Daniela Rapp cuenta su experiencia en Polonia, cuando viajó como parte de una delegación para ayudar a los refugiados de Ucrania.
Daniela Rapp tiene 30 años, es oriunda de Buenos Aires, Argentina e hizo aliá en febrero del 2019. “Desde que hice Shnat Hajshará y volví a mi tnuá, Israel Hatzeirá, en el barrio de la Paternal, me di cuenta que Israel también era mi lugar de pertenencia".
Es profesora en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y vino hacer un master en Estudios de Género en la Universidad Ben Gurión de Beer Sheva. “Mi identidad con Israel es a partir del hebreo. Mis padres vivieron acá y me crié con mi mamá quien siempre me habló en ivrit”.
Su parte activista viene de la tnuá, donde aprendió a luchar por un mundo más justo; y luego buscó otros marcos para hacerlos, a través de la educación no formal. “Cuando hice aliá, después del primer ulpan, empecé a trabajar como madrijá y luego como coordinadora de shnat".
Comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania y se vió muy afectada. “Dentro de la tnuá pensaron en brindar una ayuda más concreta, física y eso era enviar una delegación. El coordinador de Europa lo organizó y ahí no lo pensé: ¡Dije yo voy! Y a los 4 días salí con la delegación”.
Fotos: cedidas por Daniela Rapp
El departamento de Noar Jalutz y Dor Emshej de la Organización sionista Mundial liderado por Sergio Edelstein apoyó esta delegación conformada por Hashomer Hatzair y Hanoar Hatzioni y otras delegaciones como La de Hejalutz Lamerjav y Habonim Dror a Bucharest...
“El primer día nos ocupamos de entender qué podíamos hacer y en dónde. Oren, director del Shomer Hatzair tenía contactos locales y con la organización israelí Natan, que ayuda en cuestiones de desastres locales, vivenciamos ocho días muy intensos. Estuvimos todo el tiempo dando y entregando, ayudando, acompañando y hablando de una misma temática todo el tiempo, con personas que perdieron sus casas, muchas se separaron de sus familias, y no sabían a dónde van a ir. Fueron 9 o 10 horas diarias, tratando de hacer reír o darles un abrazo en la juegoteca o ayudándoles a buscar un siguiente destino”.
Llegaron a un centro comunitario de Shemesh y ahí entendieron que ese era un lugar de trabajo. “Un shopping abandonado, lleno de micros, mucho frio, fogatas prendidas afuera… Vimos mucho movimiento de gente y en una parte estaba la juegoteca, lugar donde trabajamos”.
Foto: cedidas por Daniela Rapp
De la delegación solo tres personas hablaban ruso o ucraniano y fue increíble que el lenguaje no fuera un impedimento. "Antes que nada hay Google Translate, pero teníamos el lenguaje del cuerpo. Los que no teníamos idioma, trabajamos, ayudamos con señas, a través del juego, con miradas, pantomimas y abrazos. No vinimos para la foto, solo para ayudar de verdad"
Varios países vecinos mantienen abiertas sus fronteras para los refugiados de Ucrania, y Daniela, fue parte de esos grupos de voluntarios que dieron tiempo y dedicación para tratar de hacerles pasar unas horas, unos días diferentes, acompañándolos, acogiéndolos, dándoles un poco de calor humano en estos tiempos tan difíciles.
Ayuda humanitaria recibían en cantidades. Este grupo de voluntarios brindó tiempo y dedicación para darles fuerza y ayudarlos en lo que los refugiados necesitaran. “Una vez que llegamos al lugar entendimos realmente lo que hacía falta y pusimos manos a la obra. Por ejemplo, compramos stickers, gomitas para el pelo, etc. y nuestro rol no sólo fue jugar con los pequeños sino ir a buscarlos. Incluso hubo madres que nos veían repartiendo cosas a los niños y nos llamaban para que también su hijo recibiera”.
Fotos: cedida por Daniela Rapp
Cuando le preguntamos a Daniela qué de todo le quedó marcado contó que "una nena de 6 años, que estaba bailando conmigo, me agarró y me abrazó, se me tiró encima como 20 minutos y la tuve como si fuera una bebé. En ese momento, mi compañera me cuenta que esta chiquita le fue a preguntar si la podíamos abrazar como si fuera un bebe a pesar de ya no serlo”.
El calor, la protección, la contención y el afecto, van más allá de si hablamos el mismo idioma. “Como mensaje quiero decir que las personas, delegaciones que viajan, tienen que estar dispuestos a dar lo que necesitan en ese momento. Uno esta allá para dar lo que precisan, para jugar y dar un abrazo”, enfatizó Daniela.
Y conversando con las otras Tnuot entendemos que también en Bucharest tuvieron el rol de ayudar con clases de ulpan, ya que varias Familias estaban preparándose para su aliá.
Fotos: cedidas por Naty Katz, de la tnuá Hejalutz Lamerjav en Bucharest.
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