Como cada domingo a la mañana, te despertás sin prisa, le decís a tu pareja que ponga el agua para el mate, mientras intentás cerrar la puerta de tu casa, bloqueada por tus hijos que te piden eufóricos que les traigas churros rellenos con dulce de leche repostero bañados en chocolate.
Tarde de oficina, hacés “un break” para sorprender a tus compañeros con unas ricas masas para festejar algún logro del equipo. Mientras la empleada de la confitería desliza el rollo del clásico papel blanco para envolverlas, te regala ese merenguito rebalzante de crema chantilly, que no dejabas de mirar.
Día primaveral camino al club, hacés una parada para comprar las facturas infaltables para la “merienda con amigos”. Mirás fijo a las bombas de pastelera mientras te prometés que “mañana sin falta empezarás la dieta”. Tu pinza va y vuelve incesante, trasladando al bol plateado: bolas de fraile rellenos con crema pastelera, vigilantes, tortitas negras y las clásicas medialunas de grasa y manteca.
Mientras tu tía, alias “la iajne”, no para de chusmearte “todo y de todos”, te sentís atrapado por el aroma de sus medialunas rellenas con queso. Sacás paciencia de donde no tenés porque sabés que te llevarás “un pécale” a casa.
“¡A lavarse bien las manos y ponerse los delantales!”, grita eufórica su Oma o Bobe, decidida a que de una vez por todas sus nietos aprendan a preparar su receta de pastelitos de membrillos, alfajorcitos de maicena y palmeritas, aquella que le enseñó en el campo de pequeña su mamá.
Fotos: Romina Gluck
Tiempo de vacaciones en la costa junto a familias amigas. De pronto el día se hace noche y comienza la famosa “tormenta de verano”. Con toda la buena onda, agarrás el toallón con el que hace un rato te secaste al salir del mar y cruzás a la panadería para comprar facturas y bizcochitos de grasa para el grupete. Sonreís, sabiendo que te esperan ansiosos para acompañarlos con una ronda de mates.
Confieso que es un privilegio querer y tener a nuestro alcance estas delicias. En la Argentina si hay algo en cantidad, son las confiterías o lugares donde consumirlas. Ahora, sabrán disculparme, aquí termino la nota porque el mozo me trajo tres medialunas para mojar en una taza doble de café con leche. Mhhhhhh…. ¡Qué placer para el paladar!
Fotos: Romina Gluck
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