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Ivana Taft

Mátame

Actualizado: 28 dic 2020

Es imposible evitar que los fantasmas del pasado nos persigan cada tanto, agitando las cadenas que se acumulan oxidadas en nuestro estómago. Es en vano luchar contra eso, solo se pierden más batallas de una guerra pasada.


Foto: Ivana Taft
Foto: Ivana Taft

Hoy me pesó tu nombre. El silencio denso de mi habitación, o el sonido impersonal y constante del aire acondicionado, hizo que mis pensamientos saltaran de un lado a otro y que, de repente, se detuviera en alguna pregunta sin responder que había quedado rondando. Y ya no pude dormir, ni moverme, ni pensar, ni nada. Me dieron ganas de irme, de llorar, de retroceder el tiempo, de llamarte, de odiarte, de olvidarte y de que estuvieras aquí, conmigo.


Sentimientos sin orden ni sentido, como siempre, como nunca, como vos. Algo sin principio ni final, una quemazón por dentro que se enciende y se apaga sola. Montones de fragmentos de conversaciones que nunca voy a estar segura si existieron, o si los inventé yo, se acumulan en mi cabeza y, cuando ya no queda más lugar para ocupar, bajan otra vez por la garganta empujando con todas sus fuerzas intentado salir al exterior. Y luego, buscando una nueva forma de escapar, golpean en el pecho con una rabia resentida, evitando que las pueda olvidar siquiera por un instante. Mi estómago se vuelve hueco y ácido rechazando, incluso, los vasos de agua con los que intento ahogar esos recuerdos.


No sé… viniste a mi memoria una vez más para perturbarme. Como si no hubiera sido suficiente todo lo que vivimos en ese momento, tu recuerdo no hace más que insistir en que sos importante para mí, mientras yo me borro con el viento.


¿Pensarás en mí? ¿he dejado alguna huella en tu vida? ¿también mi recuerdo te agobia de maneras inesperadas y no te deja dormir por las noches y te agota por las mañanas?


Foto: Ivana Taft
Foto: Ivana Taft

No tengo fuerzas de luchar contra esto, no tengo fuerzas para pensar que significa que aparezcas en mi cabeza, que las cicatrices que dejaste en mi ardan y duelan como el mismo momento en que las marcaste por primera vez.


Tu fantasma no sos vos, tu fantasma son tantos miedos y lecciones, tantas risas y lágrimas, tantas mentiras y verdades… tu fantasma no tiene tu rostro, ni tus manos, ni tus besos, ni tus abrazos, es casi como un payaso burlón que se ríe de mi desamparo, de mi nostalgia, de mi tristeza y de mis porques… un espíritu que adoptó tu esencia con el objetivo de ser más notoria su presencia en mi habitación.


Pero una vez más, frente a esta condena eterna por mi pasado, reconozco que tu fantasma no es más que una representación de algo equivocado, de algún anhelo, de un recuerdo frustrado. Y me repito: No sos vos. Es lo que yo andaba soñando en ese tiempo y en ese espacio. Es una mezcla de sabores y olores, un recuerdo de personas y situaciones, una síntesis de emociones, ausencias… dolores.


Quisiera borrarte de un sacudón de cabeza, decirte adiós para siempre con un banal saludo con la mano. Dar vuelta la página y olvidarme en ese instante de tu existencia, quisiera ser mucho más fuerte de lo que intento ser y menos débil de lo que mis ojos confiesan.


¿Porque fuiste cobarde cuando yo fui honesta? ¿Por qué dejaste que me expusiera en un circo imaginario si siempre tuviste las respuestas? ¿Por qué no me diste el poder de elegir y jugaste a que me querías? ¿Por qué dejé que hicieras eso? ¿Por qué una vez más fui tan ingenua?


Foto: Ivana Taft
Foto: Ivana Taft

Decidí dejarme vencer. Tirada allí, en la cama, con una gran, pesada y clara lágrima prendida a mi ojo sin querer saltar. Desnuda, expuesta, entregada. Mátame ahora, clávame la daga en el centro de mi corazón de una maldita vez, sonríe mientras se desangra mi pasión y se me escapan los suspiros de las manos. Tortúrame, desmiémbrame, asesíname… ámame. Desnúdame, contémplame como una obra de arte o como un pedazo de carne. Pon tus fríos dedos en mi piel y siente como poco a poco el pulso va cediendo. Disfruta de verme rendida, de que ya no tengo más fuerza para hacerte frente. Y cuando te hayas regocijado en todo tu placer de verme mínima y obsoleta vete, apaga la luz y cierra la puerta de una vez y para siempre.


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