Tips y conclusiones de una excursión al mar muerto.
Era la tercera vez que iba, y no estaba muy convencida, pero, quienes querían conocer era gente con la que siempre disfruté pasar el tiempo; así que accedí convencida de que iba a ser diferente. Les di mi veredicto, tratando de no sonar muy aguafiestas: “la primera vez que fui fue hace cinco años, en un grupo de cuarenta pibes, nos trajeron en un bondi, nos bajaron en la entrada de un mall, nos metimos todos como en un embudo, terminamos comprando cosas que ni sabíamos para que servían, pero que tenían algo del mar muerto, minerales, algas, barro, andá a saber qué cosas, y después aparecimos en la playa, nos metimos al agua caliente, nos sacamos fotos flotando como fideos en sopa ardiente y nos volvieron a poner en el bus a los quince minutos siguientes. Y la segunda vez, fue cuando apenas me vine a vivir a Israel, con un grupito de gente a los cuales no volví a ver nunca más en la vida. Cruzamos el desierto en camioneta y paramos en una parte súper abandonada, llena de matas con espinas y el olor a azufre nos mareaba.” A pesar de mi sentencia, fuimos.
Primer tip: ir con gente de tu calaña. Siempre, a donde quieras que vayas.
Entonces planeamos el viaje juntos, tratando de hacerlo conveniente a todos nuestros bolsillos y a nuestras expectativas. Estuvimos leyendo consejos de gente que había ido para esos pagos y no pararon de insistir en que había que cargar agua, como si te fueras a quedar quince días en el medio del desierto. Anotamos en una lista de las cosas que debíamos llevar: agua (claro), unos sándwiches, frutas y mate. Si o si mate para el viaje en auto. Si es que van en auto, y si no también.
Segundo tip: Preparar el juego de mate sin dudar, porque es ritual de unión para cualquiera. No importa de dónde seas, un mate no se le niega a nadie.
Nos fuimos en un auto alquilado por un día, con musiquita hasta que la frecuencia se perdió cuando estábamos 435 metros bajo el nivel del mar, y la temperatura ascendió a 42 grados. Apenas estacionamos, nos llenamos de protector, y nos encajamos los sombreros y las gafas como trajes de super héroes.
Tercer tip: protector, sombrero y gafas. No importa que tan resistente seas al sol, será una batalla que perderás en vano.
Rodeamos el mall que aparece entre las montañas y los hoteles llenos de espejos como si, en vez de haber sido construidos para el recibir al turismo en ese espejismo del desierto, el mar muerto hubiera sido puesto para ellos. Desplegamos la manta bajo la sombra de unos techitos, a sabiendas de que eso no iba calmar el calor agobiante que abraza el lugar con fogoso amor. Frente a nosotros, el fino horizonte celeste que el agua caliente dibujaba como si fuera realmente un mar eterno y no una simple laguna.
Cuarto tip: Hay estacionamiento en el techo del mall, si: en el techo, y no pagás.
El agua caliente caldea los nervios y uno, sin poder evitarlo, se queda flotando sin saber mucho en que pensar. Nos movíamos despacio, con cuidado de no meter la cabeza en el agua para no probar la sal, ni con la boca, ni con los ojos. Le había dicho a mis amigos que si tenían una herida en el cuerpo (no en el corazón, porque para eso no tengo consejos) iba a arderles hasta el tuétano, que se metieran despacio, para medir el dolor.
Quinto tip: no metan la cabeza bajo el agua, muchos menos abran los ojos, no se depilen, no hagan pis en el agua (por más lejos que esté el baño) y si están lastimados y se meten igual al agua salada… pues allá ustedes.
No hicimos mucho más que entrar y salir del agua un montón de veces y, cada tanto en tanto, refrescarnos en las duchas abiertas, que están re cerquita del agua. No nos molestó el no hacer nada, íbamos preparados para eso. Además, hace tanto calor, que te marea y te aplasta, saca de vos el lado reptiliano y provoca estar tirado y quieto, mimetizándote con el espacio.
Más tarde, con todo el peso del calor, fuimos a buscar un poco de fango y, como no encontramos naturalmente en la zona donde estábamos, fui hasta los locales, que me esperaban todos igualitos, unos al lado del otro, vendiendo lo mismo, y compré un sachet de fango negro, con las instrucciones de uso en el reverso y la descripción de todas las cosas mágicas que tiene adentro: minerales, vitaminas de la a a la z, zinc, sodio, amores y muchos colores. Y ahí estábamos, como unos niños, pintándonos el cuerpo con barro.
Sexto tip: 1 kilo de fango cuesta apenas diez shekels (menos de tres dólares) y alcanza para tres personas sobradas de cariño. Lean las instrucciones, no se lo pongan en la cara. Disfruten ¿Cuándo será la próxima vez que podrán jugar en el barro?
El sol se esconde a nuestras espaldas, a espaldas del agua, a espaldas de los hoteles, atrás de las montañas. Baja lento, muy lento, sin ganas, sin querer irse, sin pensar en el mañana. Nosotros también levantamos campamento y nos volvimos a la ciudad despacio, contentos, limpios de alma, suavecitos de cuerpo.
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