Por Ivana Taft
Los olores que encierra Madrid no los he encontrado en otro lado. El calor del verano, las comidas de todo tipo, los inciensos, el jugo de naranja, el perfume a ropa nueva, a vacaciones, a trabajo, a Coco Chanel, a Hugo y a vos… Hay fragancias que embriagan un estadío de descanso, de andar pausado, que la vida no nos empuje. Es olor a poesía, aroma de colores y fragancia de veranillo.
Hay un círculo de Sol que nos abraza en el mismo tiempo bajo distintas circunstancias. Nos abraza ciego, con los ojos cerrados ante nacionalidad, creencia, religión. Me abraza a mí, junto con Mikeys y Minnies, un perro de caricatura desconocido que fuma a la sombra, algunas estatuas vivientes que hacen equilibrio, aliens y chuckys… Por allí anda la Osa intentando por fin tomar el fruto que le ofrece el madroño. Hay cantantes y bailarines, fotógrafos y modelos, espectadores y expectantes, vendedores de recuerdos, sueños y lotería. Hay postales repetidas y policías. Hay blancos y morochos, judíos y musulmanes, ateos, cristianos y budistas. Los hay de zapatos elegantes y los hay descalzos, con documento o ilegales, tristes y enamorados.
Quizás sea el verano que nos saca a todos afuera, no sé. Yo siento que todos estamos buscando algo. Un trabajo, un bar, un amor, una propina, una revista, una persona, el tiempo, una estación de tren, una calle, un local, un pokemón, un lugar, una emoción, un sentimiento.
Yo no sé lo que estoy buscando. Simplemente me dejo perder y abrazar por esta ciudad. Las paredes, calles y personajes están llenos de poesía infinita. A lo mejor, lo que busco, con un poco de suerte lo encuentre en la próxima estación.
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