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Martín Klajnberg

Eitan Ginzburg, el legislador israelí de origen argentino

“Conmigo los latinos tienen un punto de contacto dentro de la Knesset”

Foto: Martín Klajnberg
Foto: Martín Klajnberg

Al año y medio de nacer, Eitan Ginzburg hizo aliá desde Argentina. Su familia decidió abandonar la ciudad de La Plata en 1978, en plena dictadura militar, para cumplir con el sueño sionista de criar a sus hijos en el seno del Estado judío. Rodeado de castellano y de costumbres sudamericanas, Eitan creció entre los dos mundos, y si bien se considera más israelí que argentino, llevó el sello de sus raíces en cada etapa de su vida.

A los 26 años, Ginzburg se convirtió en el concejal más joven en la historia de la Municipalidad de Raanana, donde vive hasta hoy en día. Más tarde, se convertiría en intendente de la ciudad por un período de siete meses, marcando un auténtico hito: el de ser el primer alcalde abiertamente homosexual en el Estado de Israel.

En 2019, Eitan se unió al Partido Resiliente de Israel, formado por el ex jefe militar Benny Gantz. Más adelante, el partido se convertiría en Azul y Blanco, el principal partido de oposición al Likud de Netanyahu, y que hoy forma parte de la coalición gobernante. Como resultado de los comicios, Ginzburg entró a la Knesset (Parlamento) como legislador, donde preside el Comité de la Casa.

“Siempre el ser argentino me acompañó en donde estuve; en los colegios, en el ejército, en la universidad… siempre fue para mí un orgullo”, afirma el legislador Ginzburg, en una entrevista exclusiva con Piedra Libre. “Conmigo, los latinos tienen un punto de contacto dentro de la Knesset”, asegura.


Eitan Ginzburg en una sesión en la Knesset. Foto cedida por el entrevistado.
Eitan Ginzburg en una sesión en la Knesset. Foto cedida por el entrevistado.

“Cada día es un nuevo día de lucha. Vos sabés cómo entras, pero no sabés cómo ni cuándo salís”, describe sobre lo que implica ser un parlamentario israelí, tarea que le apasiona, y a la que espera seguir abocado por muchos años más. “Me gusta servir al público y poder influir en lo que pasa en la vida cotidiana de los ciudadanos. Me gustaría seguir muchos años en este puesto, que es lo que me gusta hacer”, sostiene.

Además, Ginzburg fue elegido para presidir el Grupo de Amistad entre Parlamentarios argentinos e israelíes, por lo que está en contacto con funcionarios argentinos. “Con todo lo que tengo que hacer, no me olvido que hay un país en otra parte del mundo, bien en el sur, que puede ser un amigo para Israel”.

En este sentido, es muy consciente de la dura realidad que están atravesando en este momento los argentinos, y confía en la capacidad de Israel de recibir con brazos abiertos a todos aquellos que decidan emigrar, al igual que sucedió en otros períodos difíciles de la atormentada historia del país. “He tenido una charla con la ministra de Aliá y Klitá (absorción e integración) para ver cómo se puede hacer más fácil el proceso para que aquellos que lo deseen puedan llegar a un país nuevo y tener una buena integración”, afirma el legislador.

¿Te considerás argentino?

Sí. Me crié como argentino. Mi familia siempre habló de Argentina, tengo familia allí, las comidas… está siempre en mi corazón, porque la quiero mucho. Viajé bastante a visitar a mi familia y a pasear. Argentina siempre tiene un lugar especial en mí.

¿Cómo fue que tu familia llegó a Israel?

Mi familia se crió en una comunidad judía importante en La Plata, donde se decía siempre que Israel es el hogar de los judíos. Como buena familia sionista, después de hacer el Plan Tapuz en la década del 70’ en un kibutz, mis padres decidieron casarse y hacer aliá. Yo tenía un año y medio, y mi hermana tenía un mes. Fue algo natural para ellos venir, después de terminar la facultad, a empezar una nueva vida en el lugar con el que siempre soñaron. Después de más de 40 años, puedo decir que fue una decisión muy buena.

¿Cómo fue tu infancia, con esta situación de crecer en Israel dentro de una familia latina?

Siete años de mi infancia los pasé dentro del kibutz de argentinos, Or HaNer, por lo que me crié dentro de una comunidad latina. Eso fue algo muy importante en mi vida. Siempre el ser argentino me acompañó en donde estuve; en los colegios, en actividades con amigos, en el ejército, en la universidad… siempre fue para mí un orgullo ser argentino. Es parte de mí.

Hubo una época en Israel donde las telenovelas fueron muy populares, y la gente quiso aprender español. De repente, se empezó a conocer más a los latinos, y todos hablaban de ellos.

¿Cómo ves a los latinos en Israel? ¿Están integrados en la sociedad, o se forman grupos entre ellos? ¿Son parte de la cultura israelí?

En una época más lejana, en los primeros años del Estado, había comunidades de latinos, había kibutzim creados por y para ellos, y en ciudades o zonas particulares se sabía que vivían comunidades de argentinos o latinos en general. Con los años, se fue dando una integración más completa. Mis padres tienen sus amigos argentinos, pero yo ya no, ya soy más israelí que argentino. Hoy no percibo que haya mucha actividad particularmente latina en Israel, se da más entre la gente más adulta. Los jóvenes ya no. Hay algunos grupos de Facebook, o cosas así, pero en el día a día no se ve.


El legislador Ginzburg en una discusión parlamentaria. Foto cedida por el entrevistado.
El legislador Ginzburg en una discusión parlamentaria. Foto cedida por el entrevistado.

¿Cuándo descubriste que lo tuyo era la política?

Siempre estuve interesado en lo que pasa alrededor mío. En el colegio me involucré en el consejo de alumnos. Después del ejército, en la universidad, también entré en el centro de estudiantes. Así también me crié, interesado por lo que pasaba a mi alrededor, mirando las noticias, siguiendo los temas políticos. Y finalmente, cuando estaba estudiando leyes, entré a la política cuando fui elegido como concejal en Raanana. Tenía 26 años, por lo que fui el concejal más joven en la historia de la ciudad. Me gustó mucho servir al público, poder influir en lo que pasa en el día a día de los ciudadanos. Después fui creciendo como concejal, luego como viceintendente, como intendente y finalmente como parlamentario.

¿Cómo llegaste a ser intendente en Raanana? ¿Lo esperabas?

A mí me eligieron como intendente dentro del consejo, no por elecciones públicas. Uno siempre aspira a llegar más alto, y en los años que estuve como viceintendente fui muy cercano a los dos intendentes que ocuparon el cargo durante ese período. Al haber estado tan cerca de ellos, sabía muy bien qué había que hacer y estaba muy metido en todo lo que pasaba en la municipalidad. Cuando el que era intendente renunció para asumir otro cargo, me eligieron a mí para reemplazarlo, y lo hicieron porque sabían que, aunque era el más joven, tenía la máxima experiencia para tomar la responsabilidad de manejar la ciudad. Fue una época que me encantó, a pesar de que no duró mucho tiempo porque fue cerca de las elecciones generales. Sin embargo, fue un período muy interesante, que disfruté mucho, porque podía influir en algunas cosas importantes para la ciudad. Eso me dio la motivación de seguir sirviendo al público.

Ahora llegaste a la Knesset. ¿Qué aspiraciones tenés dentro de la política?

Soy un miembro de la Knesset joven, llevo un año y medio como legislador. No tengo mucha experiencia en el cargo, y tengo ganas de ser muy bueno como parlamentario. No estoy pensando en un próximo cargo, hoy ocupo un lugar muy importante dentro de la Knesset, como lo es ser presidente del Comité de la Casa, y me gustaría seguir muchos años en este puesto, haciendo lo que me gusta hacer. No tengo ninguna aspiración hoy a ser ministro o algo por el estilo, me interesa ser parlamentario los próximos años, después veré.

¿Cómo es trabajar en la Knesset?

Es raro, diferente a lo que se ve desde afuera. Por un lado, uno está ocupado con cosas que son muy importantes para la vida de todos los ciudadanos, y puede elegir a qué dedicarse, y qué cosas necesitan un cambio para ser mejores.

Por otro lado, cada día es un nuevo día de lucha. Vos sabés cómo entras, pero no sabés cómo ni cuándo salís. Un día llegás y tenés programadas tales cosas, pero al final todo cambia por la política, que altera todo, más en esta época. Por eso también es tan interesante lo que pasa en la Knesset. Podés dedicarte a lo que querés modificar, pero hay muchas cosas que uno ni se imagina que van a pasar y de repente pasan, y cambia todo.


El Parlamento israelí. Foto: Martín Klajnberg
El Parlamento israelí. Foto: Martín Klajnberg

¿Sentís una responsabilidad especial hacia la comunidad latina, siendo el único parlamentario de origen latino? ¿Hay una presión extra?

No sé si es una presión, pero es algo que me interesa, que me importa. El presidente de la Knesset me ha elegido para presidir el Grupo Amistad entre parlamentarios argentinos e israelíes, y ya tuve una charla con el embajador de Argentina en Israel y con el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Con todo lo que tengo que hacer, no me olvido que hay un país en otra parte del mundo, bien en el sur, que puede ser un amigo para Israel. Hay una comunidad judía muy importante viviendo allí, que quiere a Israel, que le importa lo que pasa acá, y a nosotros nos importan ellos. Con todas mis obligaciones, me veo a mí mismo como un embajador de esa comunidad en Israel. Conmigo, los latinos tienen un punto de contacto dentro de la Knesset, al igual que la comunidad judía en Argentina.



Más allá de tu rol, ¿crees que Israel tiene desafíos por resolver hacia las comunidades latinas?

La comunidad latina en Israel no es tan unida, cada uno ya vive como israelí y vive igual que el resto. No veo que haya problemas específicos por ser latinos, pero si los hay, siempre estoy dispuesto a escuchar e intentar ayudar.

¿Qué rol tiene para Israel la aliá? ¿Qué importancia tiene dentro del Parlamento?

La ministra de Aliá y Klitá (absorción e integración) es de mi partido (Cajol Laban, Azul y Blanco), y he tenido una charla con ella sobre la posibilidad que, por la situación económica, muchos argentinos querrán venir a Israel como pasó en el 2001/2002. Estamos charlando para ver cómo se puede hacer para hacerles más fácil el proceso. Israel da muchas posibilidades a la gente que hace aliá, con asistencia económica, con Ulpán (curso de hebreo) y demás cosas que ayuden a llegar a un país nuevo y poder tener una buena integración. Si hay cosas que se pueden hacer todavía más fáciles, para eso estamos acá, para ayudarlos.


El interior de la Knesset, en Jerusalem. Foto: Martín Klajnberg
El interior de la Knesset, en Jerusalem. Foto: Martín Klajnberg

En Argentina, los judíos son una minoría. Acá en Israel, es a la inversa. ¿Las minorías de Israel se ven representadas a nivel institucional?

Hay representantes árabes, musulmanes, cristianos, etíopes, beduinos, rusos, drusos… la comunidad israelí recibe a todos. Israel está conformada por una integración de minorías que vinieron de todas partes del mundo. Eso es lo más lindo de la comunidad israelí, aunque hoy ya hay más israelíes nacidos acá que gente que vino de otros lados, pero siempre hay aliá y gente que llega y que tiene su representación. Hace poco, tuvimos un presidente de la Knesset, Yuli Edelstein, que nació en la Unión Soviética e hizo aliá a finales de los 80’. Es decir, un olé jadash se convirtió en Presidente de la Knesset. También una olá jadashá de Etiopía se convirtió en ministra de Aliá y Klitá (Pnina Tamano-Shatta). Hay muchos olim que son ministros. Están integrados, y pienso que Israel, con todas las dificultades que tiene, representa a toda la gente que vive en este territorio, judíos o no judíos.

En muchas cosas, Israel es muy progresista, libre y adelantado, pero, al mismo tiempo, hay una parte de la sociedad más conservadora. ¿Cómo se da esta convivencia, como se puede ver por ejemplo en Raanana, donde conviven diferentes estilos de vida y donde a veces las costumbres chocan?

En general, se aprende a convivir. No es que no haya conflictos, hay bastantes, pero eso pasa en cualquier lado en el mundo. Tenemos también problemas con los árabes, que son minoría dentro de la sociedad israelí… el conflicto es parte de nuestra vida. Nosotros, como políticos, o como israelíes, tenemos que buscar las cosas que nos unen y no las que nos dividen. Lamentablemente, el ser humano siempre se queda con el 20% que te divide y no con el 80% que te une. Cajol Laban es de esta posición: estamos trabajando juntos por las cosas en las que estamos de acuerdo, ese 80%. Respecto a ese 20% restante, seguimos hablando para ver cómo podemos negociar y llegar a un acuerdo ante cada conflicto, y a veces no llegamos a una solución.

Es difícil. Yo creo que, si hablamos de los judíos, todos tienen el derecho de vivir acá de la manera que elijan. Ultraortodoxos, reformistas, laicos, religiosos… todos tienen su lugar, y cada uno tiene que respetar al otro. Si llegamos a ese punto, la vida acá va a ser aún mejor.

Ese progreso también se da en la cuestión de la diversidad. Vos estás en pareja con un hombre, formaron familia… ¿Cómo fue tu proceso?

Nosotros no estamos casados, porque Israel no lo permite, ya que todos los casamientos se hacen a través del Rabinato, según la religión. Algunos se casan fuera del país, nosotros decidimos no hacerlo, pero sí decidimos adoptar a nuestros mellizos en el extranjero. Esa es una de las cosas en las que estamos en conflicto acá, como minoría, con un Estado que no nos permite casarnos ni tener familia. Tampoco se puede traer chicos al país sin estar casado con una mujer. Por eso, nosotros tuvimos que viajar, formar nuestra familia en el exterior, y volver a Israel. Esa es una de las cosas por las que estoy luchando en la Knesset. Es complicado por la situación política, difícil por la coalición en la que estoy (la coalición gobernante incluye partidos ultraortodoxos, como Judaísmo Unido de la Torá y Shas). La política es lo que traba todo, porque la mayoría de la gente acepta a los homosexuales.

Es curioso cómo funciona: yo no puedo legalmente casarme y formar mi familia acá, pero si me caso o traigo chicos desde el extranjero, el país sí nos reconoce como familia. Mis chicos reciben todos los servicios sociales, están en el sistema de educación, tienen todos los derechos… son israelíes, y son tratados como tales. Pero, lamentablemente, reciben eso porque la Corte Suprema de Justicia nos dio el permiso para eso, no porque el Parlamento lo permita. No hay una ley. Estamos luchando para que ese derecho exista por ley y no a través de la Corte.

¿Crees que se puede resolver?

Es difícil. Pero, de todas formas, y con todas las dificultades y trabas, me parece que Israel es uno de los lugares en los que los homosexuales pueden vivir en forma segura, donde son aceptados, son parte de la sociedad, de la cultura… Están en la Knesset, hay dos ministros que son homosexuales, están en el ejército… Israel es uno de los países más avanzados respecto a los derechos que tienen los homosexuales, aunque no tengamos todavía todos los derechos, y aunque falten cosas por resolver.

Tel Aviv es conocida como la capital LGBT en Medio Oriente, y la vida para esta gente no es mala. Quedan cosas por hacer, es cierto, pero se puede vivir bien.

¿Qué es Israel para vos?

Israel es el estado democrático del pueblo judío, la casa de los judíos, donde pueden vivir con la mayor seguridad, a pesar de todas las dificultades que hay. La seguridad personal es muy alta, no referido a los enemigos del exterior sino a la vida al interior del país. Es uno de los mejores lugares para vivir en el mundo, y estoy contento de tener mi vida acá.



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